Nuestra adaptación de "Las
criadas" es la obra más emblemática de Jean Genet, es a su vez la historia en la que se
inspira parte de un hecho real: el asesinato de una dama burguesa llevado a cabo
por sus propias criadas, las hermanas Papin. El crimen conmovió al mundo por su
brutalidad y aparente falta de motivo; las criadas se autoinculparon, se
negaron a ser defendidas y fueron condenadas a treinta años de prisión. Genet
parte de este suceso para componer su drama, que fue estrenado en París el 19
de abril de 1947.
Todo lo que vemos en escena se
trata de un ritual, de una ceremonia en la que se
interrelacionan permanentemente dos planos: el de la realidad y el deseo; el de
los poderosos y el de los oprimidos.
Es un hermoso texto,
lenguaje de altos vuelos, sin duda, el de esta pieza a través de la cual
asistimos a los entresijos y contradicciones de tres almas de mujer. Los
diálogos tienen el gran poder de sugestión que adquiere en ellos las imágenes
oníricas, los atrevimientos expresivos.
Los
personajes son símbolos y la trama una parábola, una inquietante parábola de la
humillación de quienes sirven, de cuantos se ven obligados a servir y a
tragarse sus sueños; a servir a una Señora, a servir a un sistema opresor, de
valores opresores. Claro que el rescoldo existencial aviva el malditismo de sus
heroínas que acaban entendiendo la vida como pasión inútil, mientras van
deslizándose hacia el abismo, hacia los brazos perfumados del diablo. Y
todo ello para mostrarnos el lado oculto de la moral al uso, el lado rastrero
de las convenciones establecidas.
La obra explora sin concesiones la dialéctica de la opresión, y
que explora sin ambigüedades el odio de clase que conduce inexorablemente hacia
un crimen difícil de comprender,
un crimen totalmente ilegítimo desde el punto
de vista de las relaciones burguesas.
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